top of page

"El cine es piel"

“-Cuando eres un bebé pasábamos las horas meciéndonos en esta hamaca.

-¿y dónde están ahora?

-¿El qué?

-¡Las horas, mamá!”

Daniela Musicco Nombela

Antes que nada, me gustaría dejar claro que no tengo ni idea de cine. Por el contrario, es algo que me fascina. Supongo que esta ignorancia me convierte en la niña que aún puedo ser, cada vez que me dejo llevar ante una película. Puedo decir que el cine aporta tactilidad a las imágenes y por consiguiente, a la propia realidad, precisamente porque nos demuestra que no existe o que por el contrario existen una infinidad de ellas.

El cine nos vuelve empáticos ante la diversidad de historias y personalidades, nos recuerda catástrofes de un modo sincrónico; no importan los años que han pasado cuando las imágenes consiguen mutar nuestra piel con cierto aroma a gallina desplumada. El cine genera dialogo, en general, aquel que vale la pena se formula como una pregunta sin respuesta o con muchas; se trata, en definitiva, de un ejercicio mayeútico. Poca veces terminamos de ver una película sin realizar algún tipo de comentario; más crítico o menos crítico, con sacarina o con lágrimas, con conclusiones o con batiburrillos, con “besos” o con “puñetazos”,…La dialéctica que otorga el cine es lo más cercano a nuestra duración, al verbo y al movimiento; a todo aquello que nos hace humanos y otras veces, des-humanos. Dicen que es el séptimo arte y puede ser que a veces, también tenga algo que ver con el sexto sentido. El Arte siempre ha tenido que ver con esa ritualidad, con ese punto de exorcismo mediante el objeto; creamos objetos de culto que se exponen en vitrinas y que por supuesto, no se pueden tocar. Sin embargo, en cuanto al arte actual, el cine me hace pensar directamente en eso que dicen hacer los Chamanes; en ese viaje inducido por los ritmos, los olores, los sonidos y las imágenes que el subconsciente va proyectando sobre los párpados. El cine podría ser también, algo así como sinestésico, como tocar con los ojos o mirar con el oído.

En términos de Walter Benjamin el aura ha cumplido su fecha de caducidad y de este modo la reproductividad técnica queda relegada en el acto expositivo. El autor como productor consigue aprovechar la reproducción mediante el cómo mostrar los contenidos; por tanto, la reproducción y las imágenes en movimiento se convierten en el nuevo objeto de culto que paradójicamente, consigue negar el anterior. El cine tiene que ver entonces, con la arquitectura, la pintura, la escultura, la música, la poesía, la literatura, el teatro,…Como dice un tal Ricciotto Canudo es la síntesis. El cine es poliglota, es lenguaje en tanto que podría ser, incluso, una tautología humana.

Posee una capacidad infinita con respecto a la idea de collage, se trata de una yuxtaposición continua, el director de cine es como el curador que establece el recorrido, selecciona las obras, elige la iluminación, el color de la pared y si fuera necesario, incluso elige la bebida que se servirá en la inauguración. El cine surge entonces como el paradigma contemporáneo del acto expositivo, es algo así como el concepto de instalación total que nos propone Ilya Kabakov, donde todo, absolutamente todo, está premeditado por el propio artista.


Por otra parte, cabría señalar su capacidad efímera en cuanto a visualización y a la vez, su gran capacidad de durabilidad, como forma de preservación cultural; ya que en este sentido complementa a las grandes tradiciones narrativas en términos de moralidad y ética.

Sin embargo, por lo que he podido leer sobre el cine y la posmodernidad en wikipedia y demás enlaces de interés, parece ser que este surge como la mezcla de características de los diversos estilos que ya han sido creados. Digamos a grosso modo que no estamos contentos con los resultados de la modernidad y el dichoso abuso del sapere aude y por esto, cada día tenemos más claro que no existe la posibilidad de un conocimiento total y objetivo. Más bien, nos regimos por las sensibilidades y el pensamiento débil, conceptos, por cierto, muy posmodernos. La legitimación del gran relato ha sido destituido por el microrrelato. El fragmento surge en la posmodernidad como la nueva unidad de medida.

Flotamos y nadamos en las piscinas de Bauman y del mismo modo, el cine derrite el hielo de las fotografías; genera una mezcla de fluidos, como si de una orgía se tratase. Subjetividad v.s. objetividad se encuentran en el ring, la posmodernidad como resistencia y reivindicación de lo que nos hace humanos frente a la gran máquina. De repente pienso en La Ciénaga, el calor que sienten todos los personajes me hace sudar nada más recordarlo, se presenta como un conjunto extraño de emociones que se superponen, se acumulan y crea tensiones, no hay argumento aparente, son personas que sienten cosas diferentes, con diferentes problemas; son humanos que conviven en un contexto y que simplemente por ello, consigue hacernos sentir y quizás, en este caso no tanto reflexionar. Proyectan la decadencia humana mediante diversas acciones y problemáticas de la vida cotidiana y por tanto, nos hacen vivirla. No creo que haya que darle más vuelta de hoja. Yo sentí muchísimo calor viéndola y no es que fuera verano precisamente.


Acabo de leer en ¿Cómo pensar el cine? sí es este realmente un arte contemporáneo y porqué no ha llegado entonces a entrar en el museo, cuando el videoarte si lo ha hecho; volviendo a mi yo-niña, sencillamente pienso que el espacio del cine, la sala en sí, es su verdadero museo. De hecho creo que cuando el videoarte tiene la fortuna de ser proyectado en un cine, cobra fuerza y, para mi gusto, adquiere mucho más “sentido” que- la mayoría de la veces- en el propio museo.

Boltanski decía en el IVAM que le gustaría que al entrar en sus exposiciones, se tuviera una sensación parecida a la que se tiene al entrar en una iglesia. No quisiera con esto invitar a rezar un padre nuestro, pero si me gustaría referirme a ese culto que el museo sigue otorgando a las obras que allí se exponen, del mismo modo que sigue ocurriendo cuando vamos al cine a ver una peli; por mucho que podamos entrar en internet y tengamos la posibilidad de verla con un sólo click, una película que vale la pena tiene que ser vista en el cine y con la ritualidad que ello supone; todos los sentidos puestos en la pantalla, con la espalda bien apoyada, los pies en el respaldo del que esta sentado delante (si este nos lo permite) y con la película reflejada en las pupilas de nuestro acompañante. Sin embargo, también es verdad que, a veces, las películas surgen como El Principito o como Rayuela, necesitamos verlas varias veces, muchas veces. Y para ello, no hay nada mejor que el botón de rebobinar, pausa y play.

El espectador busca sensaciones fuertes, efectos que lo estremezcan. Ante la saturación de imágenes, ante la hiperestesia visual y sensorial, necesitamos terapia de choque. El cine es un sentimiento que se mezcla con otros, de la misma forma que lo hace nuestra memoria con los recuerdos y por ende, nuestra identidad. La memoria es el recuerdo de la última vez que nos atrevimos a recordar; nos la inventamos cada vez, grabamos sobre ella, como el palimpsesto y como todas las paredes grafiteadas. “La memoria no es igual que la nostalgia” y creo precisamente que la mayoría de las veces, el cine es nostalgia: “Sentimiento de pena por la lejanía, la ausencia, la privación o la pérdida de alguien o algo queridos”. Nostalgia por lo que pudo haber sido, por ser alguien que no somos, por no tener, por alguien que estuvo y no está, por como éramos, por lo que nunca seremos…”El arte cinematográfico es más que un arte. Es un modo específico de lo sensible” (Jacques Ranière). Es una forma de sentir, de no dejar de sentir, concretamente, frente a la imágenes. Supongo que esto también tiene que ver con la pulsión escópica, con esa incapacidad que tenemos para dejar de mirar. Como el niño que se muere de miedo, se tapa los ojos, pero sigue mirando la pantalla entre sus dedos.

“Es un helenismo referido a la mirada. La pulsión de mirar, que llevamos inscrita en nuestro ADN, el impulso irrefrenable a no apartar la mirada, a ver cuanto más, mejor, y cuanto más detalle y profundidad, mejor. Pulsión escópica centrada en la mirada, relacionada primordialmente a lo imaginario, la pulsión escópica se configura a partir del estadio del espejo, cuando el sujeto posee la capacidad de percibir imágenes -y sobre todo- percibirse a “sí mismo” como una unidad”


Necesitamos de la otredad para reconocernos, en los otros solemos encontrar nuestro yo más verdadero, el más dialéctico. Por comparación nos aprehendemos. Pienso ahora en la película En la ciudad de Sylvia, esa búsqueda continua, sus derivas por la ciudad tratando de encontrar a una Silvia que no existe; me hacen pensar que se estaba buscando a sí mismo mediante la obsesión que le provocaban las mujeres. El otro puede suponer, en ocasiones, encontrarnos con nuestra cara más oculta, con aquello que no se ve; como aquellas caricias indecentes que sólo nos atrevíamos a dar en la parte más oscura de la sala del cine.


¿Cómo nos induce el cine a pensar?, ¿“Del sentimiento a la idea” según Chaplin o viceversa según Daney? La verdad es que no lo tengo muy claro, seguramente de las dos maneras. Lo que si es verdad es que el cine tiene que ver con la interrogación, piensa preguntando. El plano y el fuera de campo podrían ser sus principales signos de interrogación. Por ejemplo, recordemos 4 meses, 3 semanas y 2 días, los fuera de campo solían dar, claramente, más importancia a unos personajes que a otros, los planos de espalda subrayaban el sentimiento de vergüenza, la importancia del sonido en los fueras de campo y el plano detenido del feto en el baño. “El campo vacío crea espera y por tanto presupone”, la fuerza de la ausencia en la imagen provoca emociones, es algo así como poético. Sientes cosas y no sabes muy bien porqué.

“El hombre es el único ser que se interesa por las imágenes en sí mismas. Los animales se interesan, pero sólo cuando éstas los engañan; cuando el animal se da cuenta de que se trata de una imagen se desinteresa por completo. Por el contrario, el hombre es el animal que se siente atraído por las imágenes una vez que sabe que lo son. Por eso se interesa por la pintura y va al cine. Una definición del ser humano desde nuestro punto de vista específico podría ser que el hombre es el animal que va al cine.”


Giorgio Agamben


El hombre es el animal que va al cine, por lo que ¿Puede cualquiera hablar de cine? Actualmente, forma parte del imaginario de todo el mundo, sea este mejor o peor, es otra historia. El caso es que el cine posee una relación directa con la acción de compartir, volvemos al dialogo, al debate y a la interrogación. Una de las clave del Arte actual, es precisamente su capacidad para generar relaciones, según Bourriaud hablaríamos de la estética relacional; el artista como semionauta ante la necesidad humana de la búsqueda de contacto. Desde luego, de lo que si puedo estar segura es que el cine y las exposiciones generan contacto, independientemente de que se acuda o no acompañado.


¿Qué qué es el cine? Pues sigo sin tener ni idea. Le he preguntado a la gente que tengo ahora a mi alrededor, qué es lo primero que piensan cuando les digo cine, y la verdad es que las respuestas no tienen desperdicio.

Me han nombrado la noche y la oscuridad, los sueños, buena compañía, la cama, palomitas o cotufas; contigo, el cine D’or, Xavier Dolan, Buscando a Dory, “Jo diria cine”, Bruce Willis, luz, el típico fotograma de Mickey Mouse, La venus de las pieles, Eliseo Subiela, No sabe no contesta; yo sentada en una butaca del cine, a oscuras y la pantalla iluminada, tarde-noche, amigos, noche, historias, lo difícil que es hacer una película y lo caro que es ir al cine, ficción, espectáculo, palomitas otra vez, butacas, personas,…

Sin embargo, la respuesta más obvia, no por ello menos importante, ha sido película. No nos paramos a pensar normalmente que película tiene que ver con celuloide en cuanto a fotografía, que el cine por tanto es fotografía en movimiento y que cine etimológicamente habla de cinética. Otras acepciones del término película se refieren a la piel o a esa capa delgada que se forma sobre algunas cosas, como por ejemplo, las heridas. El cine muchas veces trata de curarlas, es decir, crea películas. El cine es una forma que piensa y que siente, es más, el cine tiene piel; o mejor dicho, el cine es piel, en tanto que genera una capa de historias y de realidad.




[Este pequeño ensayo surge mediante la materialización más sincera que he podido realizar sobre el sentimiento que me provoca el cine. Se trata por tanto de una simple subjetividad, un microrrelato que ha tenido que pedir ayuda al libro Pensar el cine de Suzanne Liandrat-Guigues y Jean-Louis Leutrat, “El campo vacío”. El lenguaje indirecto en la comunicación audiovisual de Daniela Musicco Nombela, a la revista Caiman y a diversos enlaces de interés disponibles en la web. Cada uno ve lo que puede y quiere y aquí está lo que yo he querido y he podido sentir sobre el cine hasta ahora]


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
bottom of page